Le he ofrecido mi blog para publicar este y otros escritos con la intención de que tanto "mal hacer" y trapicheo no caiga en el olvido.
Nadie les devolverá la vida a las víctimas. Nada borrará el dolor de sus seres queridos, pero si podemos reclamar a viva voz JUSTICIA...
Esta carta fue escrita por gente que colaboro en la Morgue Judicial y que volcon en ella su pensar...
Anibal es Anibal Ibarra, el Jefe de Gobierno, que seria como dice Jordi el Alcalde.
Silvia.
···
Querido Anibal.
Te esperé......
Fue en vano pero te esperé. Compartiendo el dolor infinito de los amores arrancados por la absurda y criminal negligencia, miraba hacia todos lados con la esperanza de verte aparecer.
No podias no estar. El retumbar de los alaridos te alcanzaba allá donde te hubieras escondido.
Detrás de la conveniencia política o intentando justificar absurdamente lo injustificable.
Mucho peor que atropellar una vida es dejarla abandonada y eso es
lo que vos hiciste.
Los restos de esos padres que esperaban reencontrarse con los restos
de esos hijos, te esperaban.
Desolados, quebrados, talados y humillados te seguian esperando y si
hubieras aparecido, te hubieran abrazado o te hubieran puteado, pero tenías
que estar allí.
Haciéndote cargo del parche absurdo que intentara reparar lo irreparable.
Autorizando por decreto la utilizacion de un hotel próximo a la morgue para que estas familias no tuvieran que freirse por fuera desmayándose por el calor y el dolor inextinguible, por más infinitos vasitos de agua que voluntarios azorados y heroicos acercaban tratando de aliviarlos en la interminable espera.
Autorizando por decreto la utilizacion de alguna camara frigorifica que albergara los destrozados cuerpos que yacian amontonados en el piso de esa morgue siniestra,patetica e irrespetuosa, en donde el proceso de descomposicion avanzaba inexorablemente.
domingo, 30 de noviembre de 2014
Sofas de piel
No se vosotros, pero yo siempre regreso al mar cuando no hago pié en mi vida. Siento algo así como un “volver a casa”. Me siento en la arena y poco a poco pierdo la consciencia de persona y me integro en ese murmullo de olas.
Tal vez es una reminiscencia fetal, un eco de esas aguas maternas cálidas y seguras. No lo se, eso lo dejo para los psicólogos. Lo único que puedo decir es que cuando me pierdo, cuando dejo de verme, cuando todo parece derrumbarse a mi Sofas de piel, el único castillo que permanece en pié está en mi playa, junto a mi mar.
A oscuras, en la frialdad de la soledad más absoluta escucho mis latidos y pienso…”Estoy viva”. Y me parece una mala broma esto de la vida. Nadie te consulta para nacer, te sueltan a este mundo y ahí te las apañes como buenamente puedas. Ya nacer es una mala jugada. De las cálidas aguas seguras te arrojan al aire helado de un paritorio cualquiera por angosto y asfixiante paso. En llegar te azotan y ese es el primer aviso de lo que te espera- luego no digas que no te advirtieron.
Y ahí estas tú, una oruga de carne desprotegida. Un cabezón enano, medio cegato y desdentado. Dependes de lo que otros quieran hacer de ti y enlace.
Sigue latiendo, sigo viva.
A menudo me pregunto qué nos impulsa a vivir. Quiero decir, cuál es el motivo de hacerlo por instinto. Muchas veces, tantas, demasiadas… la vida no es fácil ni compensa. Veo barbaridades a diario. No me hace falta leer periódicos ni saber de grandes masacres. Me enfrento a dramas personales disfrazados de “normalidad” en la mayoría de mis pacientes. Historias de sufrimiento y dolor pintadas en sonrisas de carmín y chistes fáciles. Pero ahí le andamos, echando hacia delante aun que nos cueste la piel.
Mil veces levanté esas máscaras, como levanto la escara de una herida para drenar y limpiar infecciones ocultas. Y mil veces me encontré con ojos abiertos de miedo, cubiertos por lágrimas secas y bocas cosidas con pespuntes de silencio. Y esas bocas, como la mía, son cementerio de gritos, sepulcro de palabras calladas. Esas palabras sin voz que no se dicen por temor no se muy bien a que. Esas bocas que son el lugar dónde las palabras mueren.
Tal vez es una reminiscencia fetal, un eco de esas aguas maternas cálidas y seguras. No lo se, eso lo dejo para los psicólogos. Lo único que puedo decir es que cuando me pierdo, cuando dejo de verme, cuando todo parece derrumbarse a mi Sofas de piel, el único castillo que permanece en pié está en mi playa, junto a mi mar.
A oscuras, en la frialdad de la soledad más absoluta escucho mis latidos y pienso…”Estoy viva”. Y me parece una mala broma esto de la vida. Nadie te consulta para nacer, te sueltan a este mundo y ahí te las apañes como buenamente puedas. Ya nacer es una mala jugada. De las cálidas aguas seguras te arrojan al aire helado de un paritorio cualquiera por angosto y asfixiante paso. En llegar te azotan y ese es el primer aviso de lo que te espera- luego no digas que no te advirtieron.
Y ahí estas tú, una oruga de carne desprotegida. Un cabezón enano, medio cegato y desdentado. Dependes de lo que otros quieran hacer de ti y enlace.
Sigue latiendo, sigo viva.
A menudo me pregunto qué nos impulsa a vivir. Quiero decir, cuál es el motivo de hacerlo por instinto. Muchas veces, tantas, demasiadas… la vida no es fácil ni compensa. Veo barbaridades a diario. No me hace falta leer periódicos ni saber de grandes masacres. Me enfrento a dramas personales disfrazados de “normalidad” en la mayoría de mis pacientes. Historias de sufrimiento y dolor pintadas en sonrisas de carmín y chistes fáciles. Pero ahí le andamos, echando hacia delante aun que nos cueste la piel.
Mil veces levanté esas máscaras, como levanto la escara de una herida para drenar y limpiar infecciones ocultas. Y mil veces me encontré con ojos abiertos de miedo, cubiertos por lágrimas secas y bocas cosidas con pespuntes de silencio. Y esas bocas, como la mía, son cementerio de gritos, sepulcro de palabras calladas. Esas palabras sin voz que no se dicen por temor no se muy bien a que. Esas bocas que son el lugar dónde las palabras mueren.
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